Jueves, 28 de Julio de 2005 - Crítica de Leo.
eo (2000) es la quinta película hasta hoy desde la controvertida "Furtivos" (1975) del realizador español Jose Luis Borau, y también es la que más atención, aunque discreta, ha recibido desde aquella. El punto de partida es tan simple como su desarrollo en la puesta en escena: Salva (Javier Batanero) es un hombre sencillo y guardia de seguridad en un polígono industrial, que se enamora de Leo (Icíar Bollaín), una chica de los bajos fondos. Leo le pide a Salva que, por oscuros motivos que el guardia (a la vez que el espectador) sólo conocerá una vez avanzados los acontecimientos, asesine a su padrastro, un maestro de artes marciales. Borau se reencuentra con las turbias pasiones humanas que tanta fama le valieron en Furtivos y ambos títulos tienen grandes similitudes: para empezar, el planteamiento inicial es muy sencillo, de los que obligan al director a demostrar sus capacidades en la puesta en escena; pocos personajes, los suficientes para formar un triángulo amoroso; y sobre todo, en un fondo de inmoralidad y desorden social o psicológico, el incesto. Las similitudes acaban aquí y las diferencias provienen de la calidad desigual de ambos títulos: hay una acusada falta de elaboración en la puesta en escena, sobre todo en la dirección de actores, con lo que la mayoría de los momentos dramáticos fallan en su intención por su poca credibilidad; la parca descripción de los personajes hace que oscilen dentro de una indeterminación que en ocasiones pasa a evidente contradicción; de los personajes secundarios se podría perfectamente haber prescindido, dada su nula significación; con los protagonistas, las acciones de unos no parecen revertir en las de otros; estos mismos personajes están totalmente desconectados del ambiente suburbano en el que se desenvuelven, a lo que ayuda en poco la equivocada dirección artística; algunos descuidos son clamorosos... Nada que ver con el universo claustrofóbico, compacto y coherente en su concepción, de Furtivos, donde cada elemento y personaje tenía un sentido y una intención en el todo. El director desperdicia la posibilidad de tomar el referente y los recursos del cine negro, para poner su fe en el poder poético de los equívocos, encuentros y desencuentros, sin conseguir el menor efecto en el espectador. Los actores hacen lo que pueden, y Javier Batanero fracasa en su interpretación vacía, sin el menor matiz, de un personaje difícil. En fin, un film que nos hace pensar en un cine español que se merece a realizadores que se tomen más en serio su trabajo. (Por: Hamm)
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