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Viernes, 14 de octubre del 2005 - Crítica de Domicilio privado.

Cine DVD films película Crítica de Domicilio privado de Saverio Costanzo con

omicilio Privado ("Private", 2004) no nos plantea un tema novedoso. El conflicto palestino-israelí no lo es. Sin embargo, la forma de exponer la cuestión en el film sí es plenamente original. El realizador nos sitúa, desde el primer momento y hasta el último minuto, en el hogar de una familia palestina cuya intimidad se ve invadida por la aparición de un grupo de soldados israelíes que ocupan la primera planta de la casa e imponen a la familia un control de sus movimientos dentro de ella. A partir de aquí, pasamos a observar las variadas reacciones de unos y otros a esta inesperada situación. Son reacciones, y relaciones que sirven al realizador para exponer, de forma alegórica, su punto de vista sobre el conflicto. A este respecto, la casa y sus habitantes, como elementos simbólicos, sirven para ejemplificar, tanto una interpretación del enfretamiento considerado globalmente, como alguna de sus consecuencias más concretas, en una ambivalencia que resta definición al relato, diluye el significado de los acontecimientos y menoscaba el potencial expresivo y emotivo de las escenas. Se trata de una indefinición a la que también contribuye el modo en que el realizador retrasa ciertas aclaraciones necesarias para la comprensión de los motivos de los personajes. Igualmente crítico tengo que ser con el comienzo del film, que está muy por debajo de la calidad general de la obra, y parece fruto de la precipitación del director por repasar ciertos lugares comunes sobre la cuestión, de un modo tan instructivo como tosco, y con un planteamiento escénico casi teatral, no sé si intencionado o no, que enfrenta en cada ocasión a dos personajes. Con la llegada de los soldados, el film se abre a un discurso más abierto, siempre más cerca de los árabes que de los israelíes (a los que sin embargo el director dedica una apreciable atención y comprensión), dejando finalmente el paso abierto a una utopía que está todavía por cumplirse. El padre de familia, que hace suya la máxima shakesperiana "ser o no ser" y se resiste, a pesar de las discrepancias del resto de la familia, a abandonar el hogar, compartiendo así resignadamente su presencia con la de los israelíes, ejemplifica dicha utopía: un intento de conocer y reconocerse los unos a los otros, de no ceder ante el absurdo de la violencia. Y bajo estos presupuestos se desarrolla un film que nos deja algunas escenas de medido lirismo, que nos facilitan un acercamiento intuitivo al problema, y otras escenas más excesivas y reiterativas. Sin embargo, las que sí representan un acierto indudable son las que se desarrollan por la noche, un verdadero epicentro de la vida familiar, en Palestina y en cualquier otra parte del mundo, que pocos directores han tomado en consideración, pero que aquí combina a la perfección con el drama, e incluso admite ciertas resonancias del cine de terror. El aspecto más desafortunado del film se localiza en el uso de la cámara, una steadycam que se pasea sin reserva por todas las escenas, con su contoneo y sus desplazamientos fulgurantes, llevando sus convulsiones bastante más allá que un documental de guerra y provocando el hastío del espectador. La atrocidad se repite con las escenas en las que la rebelde hija mayor, escondida en un armario, espía las conversaciones de los soldados a través de una rendija. En estas, la cámara se mueve de un lado a otro, con una insistencia que marea hasta la náusa, y hace pensar en un realizador que no parece saber situar el punto en que una idea ha quedado suficientemente clara, y es hora de pasar a otra. Algunas inconsecuencias y salidas de tono se pueden achacar también al trabajo de guión. Como ejemplo, recordar la innecesaria escena en la que la hija mayor (nuevamente, ya que el tiempo en pantalla de los personajes está algo descompensado) trata de enredar a su hermano pequeño con un relato imaginario sobre los soldados, en una emulación del recordado personaje de Roberto Benigni, que se introduce precisamente en el momento en que el film pretendía haber alcanzado su clímax. Por otro lado, la música tampoco resulta demasiado oportuna en sus contadas apariciones... Pero, en fin, no quiero seguir insistiendo en los errores, fáciles de identificar en un film que, como este, quiere mantener en todo momento una encomiable coherencia. Algunos momentos de suspense, casi sugeridos; la atmósfera claustrofóbica que domina la vida diaria de la familia; el modo en que la guerra emerge abalanzándose sobre el silencio de la noche; algunos contrastes sorprendentes, como aquel de la escena en la que la joven (otra vez), a punto de ser descubierta, sale aliviada a la calle, donde le espera (nos espera) el ruido atronador de la radio de un coche; son todos elementos, que sumados a la originalidad y la dificultad que implica el concepto que toma como punto de partida el film, hacen que todavía nos guardemos de cuestionar por completo la astucia de un realizador, Saverio Costanzo, cuya carta de presentación es este "Domicilio privado".



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