Lunes, 10 de octubre del 2005 - Crítica de RoboCop.
e vuelto a ver "Robocop" (Paul Verhoeven, 1987) en edición DVD. Una lástima, porque esta obra de artesanía habría que verla en un buen formato, digamos que VHS o Betamax, para apreciarla en su esencia. Perdonad mi entusiasmo pero es que esta es una de esas películas de la infancia (!!!) que te dejan marca en la memoria. Es el guerrero del antifaz de nuestra generación, puro tebeo, pero también es muchas cosas más. Entre ellas, la obra de un autor europeo fascinado por el poder perturbador y estimulador de la imagen, como Paul Verhoeven, rendido a los pies de la diosa hollywood, y el trabajo de unos guionistas pésimos, Edward Neumeier y Michael Miner, de todo lo cual se obtiene un producto perfecto para llenar de encanto las veladas familiares. "Robocop" es un título singular dentro del género de la ciencia ficción, que sabe capturar para el presente la visión del futuro (muy particular de todos modos) que se podría tener en los años 80 (un film que tiene todas las papeletas para convertirse en obra de culto, si es que no lo es ya). El film, como el robot-policía que lo protagoniza, es un producto de la técnica, y algo más. Algo más a causa de un Verhoeven que introduce con precisión de cirujano elementos inadvertibles que elevan la película muy por encima de cualquier expectativa. El punto sobresaliente por el que destaca el film se situa en la ambientación, que huye de cualquier tipo de expresión minimalista, para situarnos en un mundo no posmoderno, sino exquisitamente postindustrial, en una urbe al borde del apocalípsis, un escenario casi ruinoso, sintomático de la progresiva descomposición moral de los ciudadanos que lo habitan. No puedo dejar de destacar las continuas referencias que se hace a este respecto, y que se repiten como un mensaje subliminal a lo largo del metraje, interrumpiendo las escenas más pirotécnicas. Por ejemplo, hay un par de frases que se repiten dos veces, y por dos personajes diferentes: "el negocio está donde lo encuentras" y "te lo compro por un dólar". Tan simple como descriptivo de la sociedad del futuro (y del presente). Mientras, en unos insertos repartidos convenientemente, vemos una televisión cuyos principales protagonistas son un tipejo enano, gordo y bigotudo haciendo burla de sí mismo con sus carantoñas indecorosas a dos mujeres de dudosa decencia, una pareja de presentadores dispuestos a contar todo lo noticiable en solo 30 segundos, y unos anuncios que ofertan desde un corazón artificial con descuento a un juego familiar centrado en el armageddon atómico. A este respecto también merece nota la calidad del casting, con su selección de individuos siniestros, degenerados, viciosos, y de facciones absolutamente características de su catadura. Todos excelentes, y excelentemente dirigidos, inolvidables, a falta de otra palabra mucho más apropiada. Y como inolvidable es también la interpretación del californiano Miguel Ferrer de un personaje vicioso y sin escrúpulos, una caricatura exhacerbada y por eso mismo precisa del directivo tipo de una multinacional armamentística. Obviamente, nadie exige a Robocop, al igual que nadie le exige a cualquier vieja película de aventuras, la menor coherencia (inexistente) o credibilidad (nula) en cuanto a los personajes y la historia. Los primeros, se nos presentan sin la más descripción que la necesaria a dos los lados de la divisora, tan tradicional como efectiva, entre buenos y malos. Un maniqueísmo, que, llevado como está aquí al extremo y sin el menor rubor, se ajusta a la perfección al film. El único problema viene quizás en la escena, por lo demás asombrosamente construida ("¿que, ahora que ya ha visto, que le ha parecido la casa?"), en la que se nos intenta remontar a los recuerdos familiares del robot (el regreso a casa), cuando su familia ni siquiera se había dignado a aparecer hasta entonces. Pero, aparte de esto, el film no necesita de mayores correcciónes, ya que además a partir de este punto se centra en lo importante, en la sangre y las explosiones (las caras demacradas y el ácido sulfúrico), con la sucesión de misiones de protección pública del robot, planificadas casi como fases de un videojuego, intercaladas con descaro con incisos cómicos que desbaratan cualquier intento de ver con seriedad un film que no pretende nada parecido. Por ejemplo, que menos que recordar la escena en la que el robot enemigo dispara con saña a nuestro héroe, solo por aparcar su vehículo en un lugar prohibido, para después de la decidida respuesta de Robocop, aparecer totalmente indemne, y finalmente, descubrir que en realidad ya no queda nada de él salvo de piernas para abajo. Todavía habría que señalar más cosas, por ejemplo, la evidente referencia a Frankenstein, con los electroshocks que recibe el policía fallecido antes de su transformación, o a Drácula, con la sombra del androide sobre la pared, o mencionar la sintonía que tiene este film como banda sonora, o como no, destacar las conseguidas escenas de acción y la simpatía que producen unos efectos especiales puramente artesanales, o, por encima de todo, apreciar la impresionante fuerza visual de sus imágenes (la cámara deslumbrada por las luces, la intensidad de los primeros planos, los corredores, las rejas, el cristal translúcido a través del que observamos a RoboCop antes de descubrirse totalmente ante nosotros) y la elaborada construcción de la arquitectura postindustrial (el polígono industrial en decadencia)... Pero, como digo, aunque podría seguir señalando una y mil cosas, rellenando líneas con total relajación, esto ha dejado hace tiempo de ser una crítica... "RoboCop", una película mala.
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