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Jueves, 6 de octubre del 2005 - Crítica de Relámpago sobre el agua.

Cine DVD films película Crítica de Relámpago sobre el agua de Nicholas Ray, Wim Wenders con Rebelde sin causa Johny Guitar Paris Texas El amigo americano

elámpago sobre el agua ("Lightning Over Water", 1980), el documental que enfrentó ante la cámara al realizador alemán Wim Wenders y al gran artista del cine clásico americano Nicholas Ray, es algo más que una curiosidad cinéfila. Es, en sí mismo, un problema moral. Un problema que además el film toma como hilo conductor de la propia trama. Con total consciencia, Wenders nos situa ante un Nick Ray cadavérico, que exhala sus últimas palabras de genialidad mientras exhibe su sufrimiento de la forma más grotesca. Los dos hombres comparten el abandono que produce la angustia existencial, pero la enfrentan de dos modos muy diferentes: el sentimiento de vacío de Wenders deriva en un ostracismo creativo que le obliga a ceñirse a la realidad, planteándose la situación con un cierto ánimo de experimentación, de juego al fin y al cabo, bastante malsano y bastante fútil; en cambio, Ray transpira la autenticidad, y por tanto el patetismo, del que se sabe que no va a tardar en fallecer, un hombre que torpemente trata de ofrecer una última impronta de sí mismo al mundo, y que quizá se ha dejado acompañar en esos trascendentales momentos por las personas equivocadas. Sin embargo, esta es una obra esquizofrénica que transita invariablemente entre la ficción y la realidad y que parece estar constantemente revolviéndose sobre sus planteamientos. Podemos asistir a todo lo que ocurre en el rodaje, delante y detrás de las cámaras, pero jamás se sabe a ciencia cierta que hay de verdad y de mentira, o si es que hay algo de mentira, en realidad. Como consencuencia, en algunos instantes vemos a un Ray dispuesto como el que más a incorporarse a un documento casi pornográfico sobre su propia muerte. En otros, vemos a Wenders meditando sobre la responsabilidad que implica exponer a un hombre a tal degradación, lo que no impide que tanto el film globalmente, como las escenas que preceden a esas reflexiones, sean efectivamente un ejercicio de exhibición descarnada de la degradación humana. Todo es una farsa, porque todo intento de retener en unas imágenes la identidad de un individuo lo ha de ser forzosamente, igual que todo intento de acotar, de abarcar la realidad por medio de la realidad misma ha de darse por imposible, porque la realidad no es nada sin el contexto que le da sentido.



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