Viernes, 12 de Agosto de 2005 - Crítica de Inquietud.
l ver "Inquietud" ("Inquiétude", 1998) uno comprende fácilmente porque los films del director luso Manoel de Oliveira tienen una distribución tan restringida en España. Uno se pregunta a qué tipo de público va exactamente dirigida esta película, prolija en referencias literarias y artísticas, farragosa en extremo, con profusión de diálogos, más recitados que hablados, que exige del espectador una paciencia y unos conocimientos de cultura clásica poco comunes. 'Inquietud' es la obra de un maestro en la senectud. La gloria frente a la muerte, la vida y el amor como renuncia de la libertad, la posibilidad de trascender atravesando las normas y convencionalismos sociales, la condición humana en suma, son los temas sobre los que reflexiona el autor a través de la adaptación de tres historias de Prista Monteiro, António Patrício, y Agustina Bessa-Luís, respectivamente. Sorprende el juego que se plantea en la primera, en la que se acude a las referencias cinemátográficas del espectador, para extrañarle con los usos narrativos propios del teatro (presencia del escenario a través de la limitación del alcance de los planos y decorados, diálogos autoreferentes, circunloquios, soliloquios, miradas a la cámara, a uno y otro lado del patio de butacas, planos encuadrados con más espacio por encima de las cabezas del habitual...), para luego descubrir que efectivamente se está asistiendo a una función, e introducir así la segunda de las historias. La fluidez de esta transición contrasta con el modo forzado, engolado, rocambolesco con el que se pretende introducir la tercera y última de las historias, la que peor encaja en el conjunto y que representa, así mismo, y contradictoriamente, el tramo más concentrado del film, excesivo, con una voz en off que puede llegar a agotar al espectador más complice. Se trata, pues, de la peor solución posible para una película que a pesar de su esteticismo confía poco en el poder de convicción de la imagen, aunque sí nos ofrece algunos instantes bellos y cargados de simbolismo (los vasos abandonados sobre la barra, el ambiente reconcentrado de los hombres encerrados en la habitación y con la ventana al fondo, la prostituta extendiendose sobre la cama frente al desnudo colgado detrás, o quizá, pero con más reparos, la representación de "Desayuno en la hierba" de Manet). (Por: Hamm)
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