Domingo, 30 de octubre del 2005 - Brevemente sobre Mulligan.
l cine de Robert Mulligan, el director de las recordadas "Matar a un ruiseñor" y "Verano del 42", se caracteriza por la fidelidad en la mayoría de sus obras a una serie de temas, motivos formales y recursos narrativos, lo que lo convierte casi en un autor dentro de las postrimerías del cine clásico. La cámara de Mulligan acostumbra a adoptar la mirada del niño o del adolescente, una mirada tamizada por la pátina del recuerdo que nos sumerge en universos coherentes de ideas y actitudes pertenecientes a personajes en plena crisis de su desarrollo. Hay por este motivo en el director una tendencia a introducir la irrealidad y la fantasía, la que surge de las contradictorias psicologías de sus personajes, en un ambiente naturalista, normalmente el del rural del sur americano. En consonancia, se observa en Mulligan un gusto por describir un mundo ordenado, casi geométrico, de lugares, objetos, espacios: hay un mundo familiar, conocido, aceptado, donde los personajes se sienten confiados, y hay un mundo oscuro, a veces fantasmagórico, en donde se internan los personajes en su afán por descubrir lo desconocido, lo prohibido, el tabú. El despertar de la sexualidad, la conciencia del significado de la muerte, la pérdida de la inocencia en suma, son los temas preferidos del realizador. Algunos otros títulos del realizador como "Verano en Lousiana" o en un nivel de mayor de complejidad (la irregular) "El otro" son claras muestras de esta forma personal de hacer cine.
Sábado, 29 de octubre del 2005 - Crítica de La tumba de las luciérnagas.
a tumba de las luciérnagas ("Hotaru no haka", 1988), dirigida por Isao Takahata
y adaptada de la novela de Akiyuki Nosaka, se puede considerar ya un gran clásico de la animación japonesa, un tipo de producción que ha alcanzado sus más altas cotas de revalorización cinematográfica con los últimos títulos de Hayao Miyazaki, a diferencia de los cuales esta historia, además de mucho más sencilla, se concentra en una controvertida realidad histórica: la de los últimos años de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. En consecuencia, esta obra no está exenta de cierta violencia visual, lo que la excluye del público infantil. La historia nos narra las penurias de una niña y su hermano mayor huérfanos, su supervivencia entre los bombardeos, la falta de asistencia y la escasez de comida, lo que los lleva a la pobreza más extrema y finalmente a tener que violar los códigos morales. A pesar de todo, los dos hermanos no pierden la esperanza, y su vitalidad y ansias de vivir constrastan con el pesimismo que caracteriza a la sociedad japonesa en esos momentos decisivos de su Historia. Las luciérnagas, que se equiparan simbólicamente con los aviones y las bombas dirigidas a la población civil, dan pie a un retrato en el que las pequeñas emociones, la nostalgia y la esperanza, conviven con el horror y la degradación de la guerra. La calidad de la ambientación y la sencillez de las músicas, unida a la combinación del realismo con la fantasía y el recuerdo, nos traslada con eficacia al sentir del personaje del hermano mayor, a través de cuyos ojos observamos unos paisajes que varían del idílico de la naturaleza y la fraternidad, al sombrío y desangelado de la soledad. Por otro lado, el film se resiente por la extrema simplicidad de sus premisas narrativas, por la utilización de recursos eficaces pero de escasa originalidad. La emotividad que transpiran las escenas, la desnudez de unas imágenes que impresionan directamente en la mente del espectador, evidencian una sensibilidad afinada y una honestidad indudable, pero también una relajación en la búsqueda de soluciones formales. El cuidado desarrollo de la historia, y la sobriedad (la interrupción, casi) de los momentos de mayor intesidad dramática, contrastan con la excesiva e innecesaria recreación en el patetismo con la que el director enfrenta los tramos finales del film. Por otro lado, la importancia que se da a los sentimientos de los personajes no impiden que el film se detenga en algunas consideraciones acerca de las consecuencias de la guerra y en el retrato de los tipos sociales y de los contradictorios comportamientos que emergen de las circustancias que enfrenta una población en un escenario de devastación. Sin embargo, la película no entra en juicios morales sobre los bandos en conflicto, ni se molesta en introducir datos históricos innecesarios, en una indicación más de la primacía que los creadores de film dan a la historia (con minúsculas) de unos personajes de una humanidad palpable.
Viernes, 14 de octubre del 2005 - Crítica de Domicilio privado.
omicilio Privado ("Private", 2004) no nos plantea un tema novedoso. El conflicto palestino-israelí no lo es. Sin embargo, la forma de exponer la cuestión en el film sí es plenamente original. El realizador nos sitúa, desde el primer momento y hasta el último minuto, en el hogar de una familia palestina cuya intimidad se ve invadida por la aparición de un grupo de soldados israelíes que ocupan la primera planta de la casa e imponen a la familia un control de sus movimientos dentro de ella. A partir de aquí, pasamos a observar las variadas reacciones de unos y otros a esta inesperada situación. Son reacciones, y relaciones que sirven al realizador para exponer, de forma alegórica, su punto de vista sobre el conflicto. A este respecto, la casa y sus habitantes, como elementos simbólicos, sirven para ejemplificar, tanto una interpretación del enfretamiento considerado globalmente, como alguna de sus consecuencias más concretas, en una ambivalencia que resta definición al relato, diluye el significado de los acontecimientos y menoscaba el potencial expresivo y emotivo de las escenas. Se trata de una indefinición a la que también contribuye el modo en que el realizador retrasa ciertas aclaraciones necesarias para la comprensión de los motivos de los personajes. Igualmente crítico tengo que ser con el comienzo del film, que está muy por debajo de la calidad general de la obra, y parece fruto de la precipitación del director por repasar ciertos lugares comunes sobre la cuestión, de un modo tan instructivo como tosco, y con un planteamiento escénico casi teatral, no sé si intencionado o no, que enfrenta en cada ocasión a dos personajes. Con la llegada de los soldados, el film se abre a un discurso más abierto, siempre más cerca de los árabes que de los israelíes (a los que sin embargo el director dedica una apreciable atención y comprensión), dejando finalmente el paso abierto a una utopía que está todavía por cumplirse. El padre de familia, que hace suya la máxima shakesperiana "ser o no ser" y se resiste, a pesar de las discrepancias del resto de la familia, a abandonar el hogar, compartiendo así resignadamente su presencia con la de los israelíes, ejemplifica dicha utopía: un intento de conocer y reconocerse los unos a los otros, de no ceder ante el absurdo de la violencia. Y bajo estos presupuestos se desarrolla un film que nos deja algunas escenas de medido lirismo, que nos facilitan un acercamiento intuitivo al problema, y otras escenas más excesivas y reiterativas. Sin embargo, las que sí representan un acierto indudable son las que se desarrollan por la noche, un verdadero epicentro de la vida familiar, en Palestina y en cualquier otra parte del mundo, que pocos directores han tomado en consideración, pero que aquí combina a la perfección con el drama, e incluso admite ciertas resonancias del cine de terror. El aspecto más desafortunado del film se localiza en el uso de la cámara, una steadycam que se pasea sin reserva por todas las escenas, con su contoneo y sus desplazamientos fulgurantes, llevando sus convulsiones bastante más allá que un documental de guerra y provocando el hastío del espectador. La atrocidad se repite con las escenas en las que la rebelde hija mayor, escondida en un armario, espía las conversaciones de los soldados a través de una rendija. En estas, la cámara se mueve de un lado a otro, con una insistencia que marea hasta la náusa, y hace pensar en un realizador que no parece saber situar el punto en que una idea ha quedado suficientemente clara, y es hora de pasar a otra. Algunas inconsecuencias y salidas de tono se pueden achacar también al trabajo de guión. Como ejemplo, recordar la innecesaria escena en la que la hija mayor (nuevamente, ya que el tiempo en pantalla de los personajes está algo descompensado) trata de enredar a su hermano pequeño con un relato imaginario sobre los soldados, en una emulación del recordado personaje de Roberto Benigni, que se introduce precisamente en el momento en que el film pretendía haber alcanzado su clímax. Por otro lado, la música tampoco resulta demasiado oportuna en sus contadas apariciones... Pero, en fin, no quiero seguir insistiendo en los errores, fáciles de identificar en un film que, como este, quiere mantener en todo momento una encomiable coherencia. Algunos momentos de suspense, casi sugeridos; la atmósfera claustrofóbica que domina la vida diaria de la familia; el modo en que la guerra emerge abalanzándose sobre el silencio de la noche; algunos contrastes sorprendentes, como aquel de la escena en la que la joven (otra vez), a punto de ser descubierta, sale aliviada a la calle, donde le espera (nos espera) el ruido atronador de la radio de un coche; son todos elementos, que sumados a la originalidad y la dificultad que implica el concepto que toma como punto de partida el film, hacen que todavía nos guardemos de cuestionar por completo la astucia de un realizador, Saverio Costanzo, cuya carta de presentación es este "Domicilio privado".