Lunes, 26 de septiembre del 2005 - Crítica de Un hombre y una mujer.
ean-Luis y Anne. Un hombre y una mujer. Anne trabaja en el mundo del cine como script, Jean-Luis como probador de coches de carreras. Jean-Luis tiene un hijo, Anne, una hija. Una noche, a su regreso del domingo que comparten con sus hijos, ambos se encuentran... La silueta de un hombre paseando con su perro se dibuja sobre el mar, Anne y Jean-Luis observan con simpatía sus acompasados andares... "Un homme et une femme" (1966) es un film representativo de la (heterogénea) nueva ola francesa, y un retrato impresionista sobre el amor y el desamor en su más pura expresión. Combinando inteligentemente el uso de diferentes fotografías, con una brillante escenografía, y a través de un elaborado y consciente montaje de las escenas, Claude Lelouch construye, sobre una única historia, una serie de variaciones formales sobre un mismo motivo. El director reduce a la mínima expresión la sustancia narrativa para enfrentarnos del modo más directo a unos personajes desnudos y cuyos sentimientos bastan para ser explicados. Por encima de la ficción, se prefiere la realidad, pero la realidad que nos transmite Lelouch es una visión parcial y fuertemente personal del ser humano y el mundo que le rodea. Una reconstrucción racional de las cosas no sirve a la comprensión de los sentimientos, y no se da como tal en el comportamiento cotidiano. La verdadera realidad es la de las sensaciones y emociones fugaces que dominan la voluntad del individuo. La preferencia es entonces por la ignorancia, por una mirada limpia y desprejuiciada hacia unos seres, que simplemente, se unen en el amor que les embarga, un amor sobre el que planea persistentemente la sombra de la fatalidad. El film muestra una evidente preocupación formal, con innovaciones que acercan a Lelouch a su coetáneo Jean-Luc Godard, como el uso continuado de rupturas en la linealidad narrativa, con flash-backs que nos revelan los recuerdos e idealizaciones de los personajes; o como también el recurso a la sorpresa, con la manipulación de la amplitud de campo de la cámara. Sin embargo, este formalismo no impide la búsqueda intencionada de la imagen imperfecta, arriesgándose en composiciones más complejas que integran la luz y el movimiento. El impulso creativo del realizador se impone sobre las contemplaciones con el ansioso espectador, interesándole en los lugares y recuerdos compartidos de la pareja para negarlos después a su voluntad. Lelouch se exhacerba en el romanticismo, se recrea en la exhibición del pesar, el júbilo, el ensueño, de los personajes, explicando lo mínimo necesario para dar sentido a las emociones más básicas del individuo, las que parten del apego o del rechazo, y llevando a cabo repetidamente sobre ellas una serie de ejercicios visuales impresionistas. Hay también algunos pasajes de un sentimentalismo sin eufemismos, llevado hasta el exceso, rozando la ridiculez, pasajes que sin embargo, no son los que más me han disgustado del film. Por otra parte, en cuanto a los aspectos negativos, Lelouch no disfruta de la capacidad de dar forma a la anaquía que sí es visible en Godard, un sentido afinado de la proporción: detiene innecesariamente la narración para darse el placer de contarnos detalles superfluos sobre la profesión de los protagonistas; rechaza los diálogos absurdos y recurrentes de alguno de sus compañeros de movimiento, pero los concentra en unos tramos del film, reservando para los demás un silencio, sin embargo, más productivo; la tensión narrativa, con la atención del espectador, oscila peligrosamente a lo largo del metraje. Por todo ello, sufre la calidad global de la obra y hace que pierda interés para el gran público, que sin embargo puede encontrar en ella un film genuinamente francés, acompañado además por las conocidas músicas de Francis Lai.
Viernes, 23 de septiembre del 2005 - Crítica de Himenóptero.
imenóptero, el corto que dio a conocer al mundillo cinematográfico español a un entonces jovencísimo Alejandro Amenábar, se puede ver perfectamente como una versión preliminar de su primer largometraje "Tesis", y contiene muchas de las constantes del cine del realizador, mostrando al tiempo sus virtudes y defectos. Tomando como escenario también un ambiente académico y situándonos en los pasillos laberínticos y vacíos de un amplio edificio, nos enfrenta a unos personajes jóvenes, seres bastante ordinarios, a cuya naturalidad ayuda la simplicidad, a veces burda, de los diálogos (que en este caso ponen en cuestión a unos actores evidentemente no profesionales), que se repiten recurrentemente (y sin demasiado sentido, alargando el corto innecesariamente), y que van siempre encaminados a acompañar el ritmo y tensión de las escenas. Se incide con bastante éxito en la inteligencia y complejos para describir la psicología de unos personajes de los que se sirve el realizador para someter al crédulo espectador a perversos juegos, trasladándole continuamente de la realidad a la ficción, de la mentira a la verdad, de la mirada más confiada y condescendiente, al miedo e inseguridad absoluta ante los personajes. La centralidad de estos juegos (el morbo de la manipulación de las personas hasta su sumisión total) es tal, que existe al nivel de la comunicación con el espectador, el de las imágenes, también está presente en las relaciones entre los personajes, es decir, en la historia misma, y finalmente, también en el retrato del silencioso protagonista masculino, interpretado por el propio Amenábar, un tímido, silencioso, inexcrutable (por otro lado, casi cómico), voyeur que disfuta observando a través de su cámara como unos insectos se revuelven en su sufrimiento hasta la muerte (excelente, además, la forma de describirlo, con apariciones cortas e intermitentes, siempre alejado del resto de personajes) Si bien este planteamiento está bien construido, y resulta simple en su complejidad, también hay que advertir la brusquedad en su forma de exponerlo. El suspense, con el recurso a la sorpresa, es ya un elemento fundamental en "Himenóptero" y se advierte bien conseguido, en combinación con la elaborada banda musical, conformando un cortometraje con un acabado final sorprendentemente bueno teniendo en cuenta la parquedad de medios que exhibe.
Jueves, 22 de septiembre del 2005 - Crítica de Elephant.
ún me estoy preguntando que es lo que pudo ver el Cannes de 2003 en la supuesta obra maestra de Gus Van Sant, "Elephant". En realidad no debería sorprenderme, teniendo en cuenta algunas de sus otras polémicas elecciones, por ejemplo el premiar doblemente y casi consecutivamente el trabajo de los hermanos Dardenne, es decir, un concepción del cine tan extraordinaria como cerrada, o galardonar obras teniendo en cuenta exclusivamente las circunstancias políticas (como si su voz fuera imprescindible), como ocurrió con el muy irregular documental "Fahrenheit 9/11" (sobre todo con respecto a la obra anterior de Moore, muy superior en todos los sentidos). Yendo al grano: exceptuando algunos detalles que después destacaré, no acabo de encontrarle la maestría, y mucho menos la gracia, a esta película que retrata los desgraciados y siniestros sucesos de la escuela de Columbine, supongo que por todos conocidos. Para decirlo llanamente: esta película me ha dejado frío. O eso, o no he sabido entenderla. No comprendo por qué Van Sant nos interesa en unos personajes que no introducen ningún contraste con respecto a los demás, a los que describe huyendo de los tópicos, pero sin una gota de intención y sí, quizá, con bastante superficialidad. O no he captado nada de lo que las imágenes pretendían transmitir, o esas imágenes no significaban nada. La apuesta por narrar la historia a través de un retrato coral de la juventud estadounidense es un ejercicio de corrección, de ponderada moderación, de frialdad narrativa. Un ejercicio pleno de una crítica social timorata. Quizá pretendiera ser realista, pero entonces se trata de un realismo mal entendido. Un realismo sin emoción no es tal. Un realismo que nos convenza de los personajes, que no se sienta obligado a abarcarlo todo, que seleccione y excluya, sí lo es. Un realismo que tome partido, que no pestañee al decir las cosas con claridad, también... Con la elaborada faceta formal de la obra, incluyendo la colorista fotografía, gana la escena, pero no el film. La expresiva iluminación, la inteligente utilización de la cámara subjetiva (sobre todo en los momentos cumbres, en los primeros planos del estudiante-pistolero dominando el improvisado campo de tiro, en un segundo plano, desenfocado), la afinada manipulación del tiempo y el espacio, con cámaras lentas, transiciones entre lugares y personajes, todo en medida sincronía con el tempo del film y en perfecta combinación con el sonido, son entre otros, recursos que dan fe del talento del realizador, y que al tiempo le podrían servir para cualquier película (y a cualquier director a quien no le preocupe dar al fondo de su obra la forma que le sigue lógicamente, o sea, a casi todos). No quisiera convertir "Elephant" en un descalabro, porque no lo es, lo impide el comedimiento del realizador, pero sí quiero señalar algunas obviedades que sí merecerían galardón, como las precisiones que hace en relación de los jóvenes asesinos, que disfrutan con videojuegos violentos, navegan por sitios web relacionados con las armas, e incluso se atreven a ver un sospechoso documental sobre el nazismo, aunque son capaces a la vez de interpretar al piano las más elevadas sinfonías. Sin duda, en este punto Van Sant ya ha llegado a la médula del problema, y el espectador ha sido preparado para comprender las oscuras motivaciones de los criminales... En el lado opuesto a estos últimos nos encontramos con unas víctimas sin tacha, jóvenes normales con sus pequeños defectos y fragilidades, la mayoría incluso muy creativos. Sinceramente, "Bowling for Columbine" (con todas sus simplezas) está fechada el año anterior, 2002, y en cualquier caso, por lo visto en el film creo que a Van Sant no se le dan nada mal los silencios... En fin, una película excelente para amantes de un formalismo sin tapujos, un lirismo ambicioso y vacío.