Viernes, 23 de septiembre del 2005 - Crítica de Himenóptero.
imenóptero, el corto que dio a conocer al mundillo cinematográfico español a un entonces jovencísimo Alejandro Amenábar, se puede ver perfectamente como una versión preliminar de su primer largometraje "Tesis", y contiene muchas de las constantes del cine del realizador, mostrando al tiempo sus virtudes y defectos. Tomando como escenario también un ambiente académico y situándonos en los pasillos laberínticos y vacíos de un amplio edificio, nos enfrenta a unos personajes jóvenes, seres bastante ordinarios, a cuya naturalidad ayuda la simplicidad, a veces burda, de los diálogos (que en este caso ponen en cuestión a unos actores evidentemente no profesionales), que se repiten recurrentemente (y sin demasiado sentido, alargando el corto innecesariamente), y que van siempre encaminados a acompañar el ritmo y tensión de las escenas. Se incide con bastante éxito en la inteligencia y complejos para describir la psicología de unos personajes de los que se sirve el realizador para someter al crédulo espectador a perversos juegos, trasladándole continuamente de la realidad a la ficción, de la mentira a la verdad, de la mirada más confiada y condescendiente, al miedo e inseguridad absoluta ante los personajes. La centralidad de estos juegos (el morbo de la manipulación de las personas hasta su sumisión total) es tal, que existe al nivel de la comunicación con el espectador, el de las imágenes, también está presente en las relaciones entre los personajes, es decir, en la historia misma, y finalmente, también en el retrato del silencioso protagonista masculino, interpretado por el propio Amenábar, un tímido, silencioso, inexcrutable (por otro lado, casi cómico), voyeur que disfuta observando a través de su cámara como unos insectos se revuelven en su sufrimiento hasta la muerte (excelente, además, la forma de describirlo, con apariciones cortas e intermitentes, siempre alejado del resto de personajes) Si bien este planteamiento está bien construido, y resulta simple en su complejidad, también hay que advertir la brusquedad en su forma de exponerlo. El suspense, con el recurso a la sorpresa, es ya un elemento fundamental en "Himenóptero" y se advierte bien conseguido, en combinación con la elaborada banda musical, conformando un cortometraje con un acabado final sorprendentemente bueno teniendo en cuenta la parquedad de medios que exhibe.
Jueves, 22 de septiembre del 2005 - Crítica de Elephant.
ún me estoy preguntando que es lo que pudo ver el Cannes de 2003 en la supuesta obra maestra de Gus Van Sant, "Elephant". En realidad no debería sorprenderme, teniendo en cuenta algunas de sus otras polémicas elecciones, por ejemplo el premiar doblemente y casi consecutivamente el trabajo de los hermanos Dardenne, es decir, un concepción del cine tan extraordinaria como cerrada, o galardonar obras teniendo en cuenta exclusivamente las circunstancias políticas (como si su voz fuera imprescindible), como ocurrió con el muy irregular documental "Fahrenheit 9/11" (sobre todo con respecto a la obra anterior de Moore, muy superior en todos los sentidos). Yendo al grano: exceptuando algunos detalles que después destacaré, no acabo de encontrarle la maestría, y mucho menos la gracia, a esta película que retrata los desgraciados y siniestros sucesos de la escuela de Columbine, supongo que por todos conocidos. Para decirlo llanamente: esta película me ha dejado frío. O eso, o no he sabido entenderla. No comprendo por qué Van Sant nos interesa en unos personajes que no introducen ningún contraste con respecto a los demás, a los que describe huyendo de los tópicos, pero sin una gota de intención y sí, quizá, con bastante superficialidad. O no he captado nada de lo que las imágenes pretendían transmitir, o esas imágenes no significaban nada. La apuesta por narrar la historia a través de un retrato coral de la juventud estadounidense es un ejercicio de corrección, de ponderada moderación, de frialdad narrativa. Un ejercicio pleno de una crítica social timorata. Quizá pretendiera ser realista, pero entonces se trata de un realismo mal entendido. Un realismo sin emoción no es tal. Un realismo que nos convenza de los personajes, que no se sienta obligado a abarcarlo todo, que seleccione y excluya, sí lo es. Un realismo que tome partido, que no pestañee al decir las cosas con claridad, también... Con la elaborada faceta formal de la obra, incluyendo la colorista fotografía, gana la escena, pero no el film. La expresiva iluminación, la inteligente utilización de la cámara subjetiva (sobre todo en los momentos cumbres, en los primeros planos del estudiante-pistolero dominando el improvisado campo de tiro, en un segundo plano, desenfocado), la afinada manipulación del tiempo y el espacio, con cámaras lentas, transiciones entre lugares y personajes, todo en medida sincronía con el tempo del film y en perfecta combinación con el sonido, son entre otros, recursos que dan fe del talento del realizador, y que al tiempo le podrían servir para cualquier película (y a cualquier director a quien no le preocupe dar al fondo de su obra la forma que le sigue lógicamente, o sea, a casi todos). No quisiera convertir "Elephant" en un descalabro, porque no lo es, lo impide el comedimiento del realizador, pero sí quiero señalar algunas obviedades que sí merecerían galardón, como las precisiones que hace en relación de los jóvenes asesinos, que disfrutan con videojuegos violentos, navegan por sitios web relacionados con las armas, e incluso se atreven a ver un sospechoso documental sobre el nazismo, aunque son capaces a la vez de interpretar al piano las más elevadas sinfonías. Sin duda, en este punto Van Sant ya ha llegado a la médula del problema, y el espectador ha sido preparado para comprender las oscuras motivaciones de los criminales... En el lado opuesto a estos últimos nos encontramos con unas víctimas sin tacha, jóvenes normales con sus pequeños defectos y fragilidades, la mayoría incluso muy creativos. Sinceramente, "Bowling for Columbine" (con todas sus simplezas) está fechada el año anterior, 2002, y en cualquier caso, por lo visto en el film creo que a Van Sant no se le dan nada mal los silencios... En fin, una película excelente para amantes de un formalismo sin tapujos, un lirismo ambicioso y vacío.
Martes, 20 de septiembre del 2005 - Crítica de Sólo un beso.
omo muchos, creo que el realismo de un film no se basa necesariamente en la indentificación con los personajes, la credibilidad de la trama o el género en que este se inscriba. Tampoco creo que exiga el menor compromiso social. Del modo más artificioso, siendo grave o llano, se puede transmitir verdad al espectador. "Sólo un beso" ("Ae Fond Kiss...", 2004) es la confirmación de un Ken Loach menos obsesionado con la veracidad de cada situación o personaje, obsesión que le había llevado a excesos en el pasado, aunque obteniendo así mismo, en el plano más experimental, resultados a veces asombrosos. Loach no abandona su preocupación por evidenciar las contradicciones de la sociedad, pero esta vez la subordina al lirismo de la historia de amor imposible que une a dos personajes con una fuerte entidad individual. "Sólo un beso" cuenta la oportunidad de que dos culturas antagónicas, una que enfatiza la libertad personal, la occidental, otra que toma como unidad social a la familia y sigue estrictamente la tradición, la musulmana-paquistaní, enfrentadas por los prejuicios, se reconcilien con el amor de la pareja. En realidad, lo que se nos cuenta, en una referencia de soslayo al choque de civilizaciones, es la necesidad de que el "extranjero" renuncie a sus costumbres para que exista alguna posibilidad de integración, porque Loach nos sitúa inevitablemente a favor de la pareja, y los obstáculos se interponen únicamente de un sólo lado. Para contrastar, recurre a una crítica de la intolerancia de la Iglesia Católica, que se atreve a juzgar la vida privada de los ciudadanos, crítica que no deja de ser una defensa del mismo valor que enarbola la película en su conjunto, y que pertenece a la esfera de lo occidental. Por todo ello, la película prácticamente se convierte en una prueba para el espectador, que tiene que demostrar su capacidad de comprensión hacia la familia del paquistaní, la cual no es comprensiva en absoluto con la pareja. El director, en cambio, sí nos facilita las referencias (especialmente bella la que en boca del protagonista se nos relata sobre la niñez de su padre, que perdió a su hermano gemelo en su obligado exilio a Paquistán desde la India) para entender las razones de su obcecación en el respecto escrupuloso de la tradición. Loach, que como digo no muestra excesivos esfuerzos en mantener tesis relativistas, nos ofrece momentos de verdadero patetismo de los musulmanes en sus constantes intentos de reconducir al hijo pródigo a la recta senda del honor familiar, siendo especialmente acertadas las que con una inútil perversidad protagonizan los exponentes feneminos del clan. Loach, además, se muestra menos político que de costumbre, lo que no evita alguna que otra aclaración o corrección innecesarias que evidencian todavía su orientación al discurso. Loach está siempre mejor cuando nos sorprende, y lo mejor del film se localiza en los encuentros amorosos de la pareja, plenos de erotismo y a la vez con un admirable afán naturalista. El realizador regresa a España para rodar algunas escenas con sabor mediaterráneo, aunque finalmente la presencia de nuestro país, entrevista, sugerida, tiene escasas consecuencias para el film. Por lo demás, este director inglés, nos demuestra nuevamente sus intachables dotes para la narración (si bien siempre sostenida en tramas previsibles y de gran sencillez), dentro de lo que cabe destacar, en este caso, su dominio de la iluminación como medio narrativo. Los actores están excelentes, muy especialmente los femeninos, y encajan bien en una película que nos hace desear más de un Ken Loach que cada vez se expone menos.