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Jueves, 8 de septiembre del 2005 - Crítica de Código 46.

Cine DVD films película Crítica de Código 46 de Michael Winterbottom con fotos de Samantha Morton Tim Robbins Blade Runner ciencia ficción Frank Cottrell Boyce Code 46

ódigo 46 ("Code 46", 2003), la película de Michael Winterbottom, guarda afinidad en muchos aspectos con ese cine que se quiere definir como "posmoderno" y que rompiendo con las estructuras tradicionales, la linealidad y el esquema presentación-nudo-desenlace, se preocupa por abstraernos a la vida interior de los personajes y los sitúa muchas veces en ambientes traidos de otros géneros, sea el terror, el thriller, o la ciencia ficción, como en este caso, pero sin intención de inscribirse en ninguno de ellos. Este nuevo cine es más una amalgama de conceptos sobre el propio arte que un movimiento que defienda unas premisas coherentes, por lo que no se agota aquí; por ejemplo, pienso en sus preocupaciones metacinematográficas o el interés en interactuar con el espectador, manipulando la dimensión realidad-ficción. "Código 46" nos narra la intensa y fatal historia de amor (que es a la vez la historia de una infidelidad) entre William (Tim Robbins) y Maria (Samantha Morton), una pareja de enamorados que pueden verse traicionados en cualquier momento por su propios prejuicios morales. Subterráneamente, la historia de un amor imposible, que exige arriesgarse rompiendo con las normas... el tema clásico por excelencia. Durante la primera parte del film, extraordinaria, acompañamos a Maria, una delincuente sin una gota de sofisticación, pero por ello mismo con una gran autenticidad, en su entrega confiada a William, un agente de investigación, un hombre seguro de sí mismo. La historia en sí, como se observa, es más bien simple, lo complejo en realidad es su contexto: un futuro no muy diferente al mundo actual, en el que la vida se desarrolla bajo las limitaciones que se han establecido debido a los riesgos de la manipulación genética, donde, para evitar el incesto, no todas las relaciones personales son compatibles, y como consecuencia legales, y donde cada cual dispone de una "cobertura" de movimiento restringida. Un mundo dominado por un poder indeterminado, que vigila y decide sobre las personas, que mantiene un desorden controlado gracias a la adhesión de los privilegiados, donde se destruyen fronteras para restablecer otras, y donde de la multiculturalidad no se sigue la riqueza cultural, pero, eso sí, un poder que trata con aparente amabilidad a sus súbditos. Un mundo habitado por seres volubles y en perpetuo cambio, sumidos en la incomunicación, encerrados en formas estandarizadas de lenguaje... Y a pesar de todo, vemos a hombres y mujeres que disfrutan de una gran autonomía, la vigilancia al fin y al cabo es muy relativa y las normas son fácilmente salvables. Incesto, aborto, emigración, desigualdad, moral... todos ellos temas que se tratan en un film que evita extenderse sobre ninguno. De todo esto se sigue una película con problemas graves de coherencia y aún mayores de definición, por lo que, al menos para el que esto escribe, las conclusiones de la historia se reducen a una serie de reflexiones dispersas (políticas, sociales y morales, pocas o ninguna artísticas) sobre el mundo actual y sobre el ser humano y su condición. Como no llego a obtener la primera lectura no puedo decir que el film se abra a varias, y como mi entusiasmo es poco tampoco me atrevo a decir que el film concentre muchas de las ideas del filósofo alemán Habermas. La vitalidad que se desprende de la primera parte del film se va debilitando a medida que pasan los minutos, y debido a la falta de concreción mencionada no se deja margen a la imaginación del espectador. La riqueza de la interpretación de Morton se desinfla con la película, al igual que el interés por los personajes (hasta las caricias que se reparten acaban agotando), y las pesquisas que protagoniza Robbins no parecen servir a ningún objetivo (ningún director debería renunciar a que cada segundo sea importante). Mientras tanto el mundo que se retrata sigue sin convencerme, quizá por insuficiente, quizá por quedarse a medio camino entre el presente y el futuro, por incoherente seguramente, en todo caso por un "exceso de moderación", si se me perdona la expresión. El film también tiene valores positivos, empezando por la calidad y realismo de los personajes, donde hasta el más secundario destila personalidad; o la variedad de las localizaciones, con grandes panorámicas que sirven de interludio a escenas de más intensidad (y que por otro lado también restan fluidez visual al conjunto); o la elección de escenarios de la vida cotidiana (por ejemplo: los pobres ofreciendo servicios a los coches, el metro, donde se representan los deseos de Maria); o el modo en que se relata el acercamiento (y después distanciamiento) entre los protagonistas, con la escalada de sus encuentros sexuales... Es una película que no puede evitar la comparación con Blade Runner, por la similitud en sus premisas, y que sale perdiendo de ella, pero que en todo caso es recomendable para todo aquel buscador de nuevas experiencias fílmicas. (Por: Hamm).

Foro de Código 46




Martes, 06 de septiembre del 2005 - Crítica de La Última Ola.

Cine DVD films película Crítica de La Última Ola de Peter Weir con Richard Chamberlain

uien crea que "La Última Ola" tiene algo que ver en algún sentido con los fenómenos climatológicos, que ahora, por desgracia, tenemos tan presentes (huracán Katrina), se equivoca totalmente. En esta produccion autraliana del año 1977, de un Peter Weir en sus primeros años, la lluvia o las olas ocupan un lugar primordial, pero para ayudar al espectador a internarse en la cultura de los aborígenes australianos, en los significados de sus tradiciones y sus leyes; y a la vez para acompañar las diferentes fases del proceso de transformación personal de su protagonista, un joven abogado, blanco y con dos hijas, al que interesan en un caso de asesinato producido en misteriosas circunstancias relacionadas con las prácticas de brujería de los nativos australianos. De una vida familiar tranquila y convencional, pasa a tener que enfrentarse a violentas pesadillas que intentan revelarle un ancestral secreto de terribles consecuencias para sí mismo. Lluvias torrenciales, granizos, vientos tempestuosos, acompañan su ansiosa búsqueda, que le transforma de tal modo que su mujer se siente incapaz de reconocerlo y su padrastro, un predicador, tampoco encuentra el modo de guiarle. Sus sueños han cambiado y las referencias a las que antes se aferraba ya no le sirven. Solo le queda continuar su búsqueda hasta el final. Con esto ya puede quedar claro la intención de realizador en una dirección: la de la introspección y profundización psicológica del protagonista. La segunda intención es la del retrato, en tono crítico, de las relaciones conflictivas o inexistentes (o ambas, porque no son incompatibles) ente el blanco y el nativo, al que vemos, con sus marcadas y hostiles facciones, morando en barrios bajos y protegiendo sus tradiciones de la mirada del colonizador en las cloacas de la urbe. El film nos recuerda los orígenes compartidos entre todo ser humano, ya que a unos sirven las explicaciones de los otros, incluso más que las propias, por ejemplo, frente a la muerte, un universal inseparable de la condición humana, que los aborígenes, tal como apunta el film, parecen haber asimilado mejor a través de sus prácticas culturales. El film tiene una vertiente estética muy acentuada y una parte importante de suspense, que se advierte bien manejada en largos y sobrios momentos de tensión. Sorprende, además, el modo con que el realizador integra muchos de los recursos narrativos propios del terror (afectan incluso a la estructura del film), que incluso mejora con llamativos hallazgos visuales. Por ejemplo, en el agua que en sinuoso discurrir va invadiendo el interior del hogar protector, se puede reconocer algo del actual realizador japonés Hideo Nakata. O los instantes, especialmente impactantes, en los que se encaran el protagonista con los seres de sus alucinaciones, momentos que demuestran como nunca lo productivas que pueden llegar a ser las simples distancias (y el fuera de campo) a efectos dramáticos. En cuanto a los actores, destacar a un Richard Chamberlain solvente en escenas de gran complejidad, como la de la hipnósis, consiguiendo conectar con intensidad con el espectador. El aspecto más negativo se localiza en la pérdida de ritmo de algunos de sus tramos, donde la acción se ralentiza innecesariamente, y en una música que se ha quedado antigua en un film, por lo demás, extraordinariamente moderno para la fecha de su realización. (Por: Hamm).

Foro de La Última Ola




Viernes, 26 de agosto del 2005 - Crítica de Tapas.

Cine DVD films película Crítica de Tapas de Juan Cruz y José Corbacho con Andreu Buenafuente María Galiana Rubén Ochandiano Darío Paso Ángel de Andrés Gomez el neng Eduard Soto

apas (2005), la película debut de José Corbacho y Juan Cruz, fue premiada en el Festival de Málaga en una demostración del bajo nivel de expectativas que se guarda actualmente sobre nuestro cine, porque esta película se conforma, solamente, con dejarse ver. Bien es cierto que esto no deja de ser lógico, en un país en que cualquiera, periodistas, humoristas o actores, se apunta a dirigir una película sin haber demostrado antes (con un cortometraje, por ejemplo) su potencial como creadores. En fin, parece que ya pasaron los tiempos en los que se creía en un nuevo cine español, aquel que se podía enfrentar en las taquillas a las grandes producciones de Hollywood o que podía añadir quizás algo personal a la escena europea, la de los nuevos valores como Alex de la Iglesia, Julio Medem, Juanma Bajo Ulloa o Alejandro Amenabar, y hemos entrado en otra, en la que los propios realizadores se consuelan pensando en que lo poco que sumen a un cine devaluado de por sí, ya es mucho. Tienen suerte, sin embargo, porque al otro lado, el de los espectadores, aún pueden contar con un (decreciente) entusiasmo que no se merecen. "Tapas" tiene un rasgo de genialidad que hay que subrayar: es breve, 94 minutos exactamente. Menos certeza tengo sobre la razón, quizás creyeron que hora y media era bastante para el espectador (gracias) o puede que se les acabara el material con el que rodar, no lo sé. Esta película también se inscribe en una nueva tendencia, cada vez más expansiva, que es como sigue: a falta de una buena historia, varias, a falta de un personaje creíble, varios, a falta de decisión y coherencia, dispersión. Al menos se han ahorrado la cantinela de las historias cruzadas, aquí el único nexo de unión entre ellas es un barrio que casi no vemos, aunque sí comparten temática, el amor como salvación de la soledad, lo que no resulta novedoso, y menos tal como está expuesto. Como repetidas experiencias fallidas no dejan de demostrarnos, y no sólo en el cine, mezcla no significa necesariamente creatividad, y "Tapas" nos lo recuerda nuevamente: aquí se revuelve amor adolescente con enfermedad terminal, comedia costumbrista con soledad existencial, en un coctel de extraños efectos gástricos, y donde todo se queda en la superficie. Sinceramente, no veo el modo de creerme a una tierna viejecita (Maria Galiana), a la vez traficante de estupefacientes y abnegada esposa de un hombre en sus últimos días de vida (¿resuena el "impacto" de Mar Adentro?). O a una mujer madura que rechaza a un jovencísimo y atractivo amante por la relación más seria (?!) que mantiene con un hombre adulto, pero que solo conoce a través de Internet (Eduardo Blanco, el de los films de Campanella !?!?!?). Dios sabe que la película contaba con una entrega absoluta por mi parte para imbuirme en toda su poesía, pero la persona que me acompañaba en el visionado no le encontró ni una gota a la escena del perrito atropellado, y yo tampoco (lo siento). Lo siento sobre todo por el que puso todo su empeño en dar una promoción fuera de lo común, y casi también fuera de lo ético, a este film: Andreu Buenafuente, excelente cómico, al que echamos en falta ante la aparición de todos sus colaboradores de la televisión (del "follonero" a "el Neng", y Ferran Adriá, de regalo). En otro orden de cosas, me ha llamado la atención el acento castizo con el que se expresan los personajes (incluyendo ¡¡a un gallego!!), cuando en principio las historias están ambientadas en un barrio de L`Hospitalet, lo que (con lo visto en los - no tan trágicos - episodios del Carmel) hace que uno se pregunte muchas cosas sobre este desconocido (¿y cerrado?) mundo "hispano-catalán". Volviendo a la película, hay que destacar los momentos cómicos, sobre todo los protagonizados por Manolo (Ángel de Andrés López) y su empleado chino Mao (Alberto Jo Lee), en torno al tema de la emigración, y también otros momentos de indudable riesgo, como los primeros segundos del metraje. Dentro de lo poco que se les exige, los actores están correctos, especialmente los dos jóvenes (Rubén Ochandiano y Darío Paso), y llama la atención una María Galiana desgastada en el papel de siempre (el de "Solas" era irrepetible). Una música recurrente acompaña los desajustados tiempos de una película sin sobresaltos, y de tan bajas aspiraciones, que sobrevuela en todo momento la epidermis del espectador, pero no la traspasa ni por un segundo.

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