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Martes, 06 de septiembre del 2005 - Crítica de La Última Ola.

Cine DVD films película Crítica de La Última Ola de Peter Weir con Richard Chamberlain

uien crea que "La Última Ola" tiene algo que ver en algún sentido con los fenómenos climatológicos, que ahora, por desgracia, tenemos tan presentes (huracán Katrina), se equivoca totalmente. En esta produccion autraliana del año 1977, de un Peter Weir en sus primeros años, la lluvia o las olas ocupan un lugar primordial, pero para ayudar al espectador a internarse en la cultura de los aborígenes australianos, en los significados de sus tradiciones y sus leyes; y a la vez para acompañar las diferentes fases del proceso de transformación personal de su protagonista, un joven abogado, blanco y con dos hijas, al que interesan en un caso de asesinato producido en misteriosas circunstancias relacionadas con las prácticas de brujería de los nativos australianos. De una vida familiar tranquila y convencional, pasa a tener que enfrentarse a violentas pesadillas que intentan revelarle un ancestral secreto de terribles consecuencias para sí mismo. Lluvias torrenciales, granizos, vientos tempestuosos, acompañan su ansiosa búsqueda, que le transforma de tal modo que su mujer se siente incapaz de reconocerlo y su padrastro, un predicador, tampoco encuentra el modo de guiarle. Sus sueños han cambiado y las referencias a las que antes se aferraba ya no le sirven. Solo le queda continuar su búsqueda hasta el final. Con esto ya puede quedar claro la intención de realizador en una dirección: la de la introspección y profundización psicológica del protagonista. La segunda intención es la del retrato, en tono crítico, de las relaciones conflictivas o inexistentes (o ambas, porque no son incompatibles) ente el blanco y el nativo, al que vemos, con sus marcadas y hostiles facciones, morando en barrios bajos y protegiendo sus tradiciones de la mirada del colonizador en las cloacas de la urbe. El film nos recuerda los orígenes compartidos entre todo ser humano, ya que a unos sirven las explicaciones de los otros, incluso más que las propias, por ejemplo, frente a la muerte, un universal inseparable de la condición humana, que los aborígenes, tal como apunta el film, parecen haber asimilado mejor a través de sus prácticas culturales. El film tiene una vertiente estética muy acentuada y una parte importante de suspense, que se advierte bien manejada en largos y sobrios momentos de tensión. Sorprende, además, el modo con que el realizador integra muchos de los recursos narrativos propios del terror (afectan incluso a la estructura del film), que incluso mejora con llamativos hallazgos visuales. Por ejemplo, en el agua que en sinuoso discurrir va invadiendo el interior del hogar protector, se puede reconocer algo del actual realizador japonés Hideo Nakata. O los instantes, especialmente impactantes, en los que se encaran el protagonista con los seres de sus alucinaciones, momentos que demuestran como nunca lo productivas que pueden llegar a ser las simples distancias (y el fuera de campo) a efectos dramáticos. En cuanto a los actores, destacar a un Richard Chamberlain solvente en escenas de gran complejidad, como la de la hipnósis, consiguiendo conectar con intensidad con el espectador. El aspecto más negativo se localiza en la pérdida de ritmo de algunos de sus tramos, donde la acción se ralentiza innecesariamente, y en una música que se ha quedado antigua en un film, por lo demás, extraordinariamente moderno para la fecha de su realización. (Por: Hamm).

Foro de La Última Ola




Viernes, 26 de agosto del 2005 - Crítica de Tapas.

Cine DVD films película Crítica de Tapas de Juan Cruz y José Corbacho con Andreu Buenafuente María Galiana Rubén Ochandiano Darío Paso Ángel de Andrés Gomez el neng Eduard Soto

apas (2005), la película debut de José Corbacho y Juan Cruz, fue premiada en el Festival de Málaga en una demostración del bajo nivel de expectativas que se guarda actualmente sobre nuestro cine, porque esta película se conforma, solamente, con dejarse ver. Bien es cierto que esto no deja de ser lógico, en un país en que cualquiera, periodistas, humoristas o actores, se apunta a dirigir una película sin haber demostrado antes (con un cortometraje, por ejemplo) su potencial como creadores. En fin, parece que ya pasaron los tiempos en los que se creía en un nuevo cine español, aquel que se podía enfrentar en las taquillas a las grandes producciones de Hollywood o que podía añadir quizás algo personal a la escena europea, la de los nuevos valores como Alex de la Iglesia, Julio Medem, Juanma Bajo Ulloa o Alejandro Amenabar, y hemos entrado en otra, en la que los propios realizadores se consuelan pensando en que lo poco que sumen a un cine devaluado de por sí, ya es mucho. Tienen suerte, sin embargo, porque al otro lado, el de los espectadores, aún pueden contar con un (decreciente) entusiasmo que no se merecen. "Tapas" tiene un rasgo de genialidad que hay que subrayar: es breve, 94 minutos exactamente. Menos certeza tengo sobre la razón, quizás creyeron que hora y media era bastante para el espectador (gracias) o puede que se les acabara el material con el que rodar, no lo sé. Esta película también se inscribe en una nueva tendencia, cada vez más expansiva, que es como sigue: a falta de una buena historia, varias, a falta de un personaje creíble, varios, a falta de decisión y coherencia, dispersión. Al menos se han ahorrado la cantinela de las historias cruzadas, aquí el único nexo de unión entre ellas es un barrio que casi no vemos, aunque sí comparten temática, el amor como salvación de la soledad, lo que no resulta novedoso, y menos tal como está expuesto. Como repetidas experiencias fallidas no dejan de demostrarnos, y no sólo en el cine, mezcla no significa necesariamente creatividad, y "Tapas" nos lo recuerda nuevamente: aquí se revuelve amor adolescente con enfermedad terminal, comedia costumbrista con soledad existencial, en un coctel de extraños efectos gástricos, y donde todo se queda en la superficie. Sinceramente, no veo el modo de creerme a una tierna viejecita (Maria Galiana), a la vez traficante de estupefacientes y abnegada esposa de un hombre en sus últimos días de vida (¿resuena el "impacto" de Mar Adentro?). O a una mujer madura que rechaza a un jovencísimo y atractivo amante por la relación más seria (?!) que mantiene con un hombre adulto, pero que solo conoce a través de Internet (Eduardo Blanco, el de los films de Campanella !?!?!?). Dios sabe que la película contaba con una entrega absoluta por mi parte para imbuirme en toda su poesía, pero la persona que me acompañaba en el visionado no le encontró ni una gota a la escena del perrito atropellado, y yo tampoco (lo siento). Lo siento sobre todo por el que puso todo su empeño en dar una promoción fuera de lo común, y casi también fuera de lo ético, a este film: Andreu Buenafuente, excelente cómico, al que echamos en falta ante la aparición de todos sus colaboradores de la televisión (del "follonero" a "el Neng", y Ferran Adriá, de regalo). En otro orden de cosas, me ha llamado la atención el acento castizo con el que se expresan los personajes (incluyendo ¡¡a un gallego!!), cuando en principio las historias están ambientadas en un barrio de L`Hospitalet, lo que (con lo visto en los - no tan trágicos - episodios del Carmel) hace que uno se pregunte muchas cosas sobre este desconocido (¿y cerrado?) mundo "hispano-catalán". Volviendo a la película, hay que destacar los momentos cómicos, sobre todo los protagonizados por Manolo (Ángel de Andrés López) y su empleado chino Mao (Alberto Jo Lee), en torno al tema de la emigración, y también otros momentos de indudable riesgo, como los primeros segundos del metraje. Dentro de lo poco que se les exige, los actores están correctos, especialmente los dos jóvenes (Rubén Ochandiano y Darío Paso), y llama la atención una María Galiana desgastada en el papel de siempre (el de "Solas" era irrepetible). Una música recurrente acompaña los desajustados tiempos de una película sin sobresaltos, y de tan bajas aspiraciones, que sobrevuela en todo momento la epidermis del espectador, pero no la traspasa ni por un segundo.

Foro de Tapas




Miércoles, 24 de agosto del 2005 - Crítica de American Splendor.

Cine DVD films película Crítica de American Splendor de Shari Springer Berman y Robert Pulcini con Paul Giamatti Harvey Pekar Robert Crumb

a fiebre de adaptaciones de cómics que viene dominando desde hace unos años, y con desiguales resultados, la industria del ocio hollywoodiense da también cabida a la aparición de algunos títulos que se separan de las sagas sobre superhéroes para ofrecernos particulares historias provenientes del arte secuencial. En "American Splendor", el héroe, Harvey Pekar, es un vulgar empleado administrativo que vive en una ciudad ordinaria, un tipo corriente que mata su tiempo libre escuchando y coleccionando discos de Jazz. También es un amante de los cómics, y el conocer a Robert Crumb, un conocido dibujante underground, le facilita que este, y después otros autores, lleven al papel algunas de las historias que escribe: anécdotas sobre los avatares de su propia vida y sobre los exasperantes lugareños con los que convive; como él mismo dice, pequeños fragmentos del mundo tal y como es. En una simple línea: "American Splendor" es la adaptación de un cómic autobiográfico. A la vez, y como en la reciente "Sin City". estamos ante un film atractivo pero lastrado por una equivocada forma de concebir lo que debe ser una correcta adaptación cinematográfica de un cómic. La introducción de elementos necesarios en el cómic pero inútiles en la pantalla, como los bocadillos o, más grave aún, de dibujos del mismo cómic; la presencia del propio Pekar como narrador; o los momentos en que se nos desplaza de una escena para que, en todo documental, podamos asistir al rodaje; son todos recusos de discutible utilidad expresiva, que (teóricamente) van en contra del espíritu realista declarado por su autor, y son a la vez una muestra de la pretendida modernidad (o posmodernidad) de este film, que, y esto sí que es preocupante (sobre todo si, como es el caso, es aceptado y hasta premiado por los críticos), parece preferir o confundir el diseño con el arte, es decir, el mostrar con el transmitir. Un segundo problema surge de la síntesis de los trabajos de Pekar: las historias de mayor densidad biográfica no parecen acomodarse demasiado bien con aquellas otras que consisten en ácidas y pesimistas reflexiones (siempre más áridas y rotundas en el cómic) sobre el mundo que le rodea. La alternativa de decantarse por unas u otras hubiera dado dos películas opuestas, ninguna de ellas tan completa, ni tan indefinida y dispersa, como la que analizamos. Paul Giamatti incorpora en su interpretación todas las expresiones posibles de un personaje plano, descrito únicamente por su singularidad y sus obsesiones, en el que además no vemos la menor evolución. Y esto es así, de hecho, porque la preocupación de los guionistas (Pekar y su esposa) y de los directores (Shari Springer Berman y Robert Pulcini) se concentra en recopilar los materiales realizados por el autor, y probablemente, con los ojos puestos en los fans, insistir en ciertos personajes y anécdotas sobre la obra, no en dar sentido a un personaje protagonista que lo necesita imperiosamente, al menos para la pantalla. Se salva quizá, y para finalizar, de este film, la idea que lo subyace, la de la posibilidad de sobrevivirse a uno mismo a través de sus obras.

Foro de American Splendor



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