Martes, 16 de agosto del 2005 - Crítica de Contact.
ontact (Robert Zemeckis, 1997) está basada en el libro del mismo título de Carl Sagan. "Contact" narra la ambición de una astrofísica, Ellie Arroway (Jodie Foster), por ponerse en contacto con seres de otras galaxias. Desde muy niña, apoyada por su padre, se hace preguntas sobre el universo y sobre posibles seres que lo habiten. Cuando su padre muere, busca señales de él en el espacio y se afianza más en su afición. Después de graduarse en la Universidad trabaja con radiotelescopios en Puerto Rico; después trabaja en una base estatal, en Nuevo Méjico, con grandes antenas dirigidas al espacio para recibir señales. Después de años sin resultados positivos, y cuando el Estado la quiere apartar del proyecto en el que participaba debido al costo del mismo, percibe una señal de exterior que se repite. La astrofísica y sus ayudantes se dan por enterados, descifran la información que acompaña a los sonidos - unas imágenes de televisión - y captan el mensaje final de la comunicación exterior. Seres de la Constelación Vega pretenden que los humanos construyan una nave espacial para visitarlos. Es entonces cuando se encienden distintas disputas y discusiones: ¿se debe ir? ¿no será una trampa para una invasión del exterior? ¿quien debe ir? Los políticos en el poder se quieren apoderar del proyecto, los religiosos consideran que si hay vida en otros planetas Dios perderá el arraigo en sus creyentes, aparecen los atentados de los que no están de acuerdo con el contacto. Por fin, eligen a la astrofísica para que viaje en la nave-cápsula al espacio. La nave despega, pero, ¿habrá contacto cara a cara con los seres del exterior?. La película guarda bastante fidelidad a la novela original, aunque se le da una mayor importancia al padre de la protagonista; el novio en la película - un sacerdote protestante (Matthew McConaughey) - no se corresponde exactamente con el amante del libro; y los pasajeros de la nave son cinco, y no sólo uno... La imposibliad de amar, o si no, la negativa a unirse formalmente de la protagonista con su amante; el choque antagónico ente la ciencia y las creeencias religiosas; el poder del Estado como controlador de todo el proceso (avances de la ciencia, su aplicación) según su conveniencia (aparece Clinton en un fotomontaje); y, sobre todo, la superación personal, son los temas que trata el film. La película refleja la asunción de la técnica por las sociedades actuales: ordenadores, telescopios, antenas receptoras, cápsulas espaciales... Cuenta como aspecto positivo que las decisiones, las respuestas al contacto, están tomadas por consenso de los países del mundo, y no exclusivamente por los Estados Unidos. También es un acierto el clima de incertidumbre y suspense que se crea a la hora del lanzamiento de la cápsula. La parte sentimental está bien medida: es fría la unión de su protagonista con su amante, tierna la convivencia con su padre, y cariñosa su relación con su compañero ciego. La película se concentra en su protagonista y todo va encaminado a su éxito: los tropiezos que esta sufre se sabe que serán vencidos y esto es quizá el aspecto más negativo de la misma, en la que, salvando el final, todo es bastante previsible. El final es, sin embargo, por su indefinición, lo menos convincente del film. En fin, una película científica con toques de ciencia ficción cuyo desarrollo es aceptable.
Martes, 16 de agosto del 2005 - Crítica de Batman Begins.
lgunos pocos films tienen la dudosa virtud de, al contrario de lo que ocurre naturalmente, ir perdiendo interés a medida que avanza la acción. "Batman Begins" (2005), la cuarta entrega de la franquicia sobre el superheroe de cómics con más posibles, es una de ellas. También es el título que nos permitirá darnos cuenta de que la personalidad y el talento que su director, Christopher Nolan, demostrara en su ópera prima, Memento, eran sólo el resultado de una buena (y efectiva) idea. "Batman Begins" no sabe recuperar el espíritu festivo y fantástico con el que sí contaba el resto de la saga, y se entrega a preocupaciones que concuerdan poco con el género en el que se inscribe. Como en Star Wars (y otros muchos productos últimamente), película con la que comparte evidentes similitudes (veanse los entrenamientos con espada), se intenta cargar de transfondo a una historia que no lo necesita y que viajaría más ligera sin él: así, asistimos a largas peroratas sobre la culpa, la ira, el miedo, o la venganza, tan vacías como retóricas, todo ello enmarcado en una preocupación general por practicar un (jocoso) psicoanálisis a su protagonista. En todo caso, la solución hubiera sido más simple, porque si Batman perdió a sus padres siendo niño, bastaría, tal como parece que apunta el film en un principio, con describir su soledad y abandono actual para que lo demás venga como consecuencia lógica. Afortunadamente, este aspecto queda en un plano secundario frente a la coreografía de Pressing Catch de las escenas de acción y lucha, que inundan este film en el que la ciudad de Gotham no tiene ni el más mínimo protagonismo: siquiera la vislumbramos tras la constante y barata pirotecnia. Será tal vez por la misma razón que los creadores de este film tampoco consideraron un elemento importante de Batman el contar con un enemigo carismático, histriónico, e insidiosamente malvado: aquí tenemos por lo menos tres (¿para qué?), sin que ninguno de ellos le llegue a la suela de los zapatos a cualquiera de los pasados. El intento de introducir, con lógica, la droga como objetivo a combatir por el superhéroe, da escasos rendimientos en una película tan apática y tan limitada en general, que da que pensar que no te han dado gato por liebre, es decir, que no te han vendido una película mediana por el precio de una grande. Una muestra de ello es la restringida amplitud de campo de los planos (presididos la mayor parte del tiempo por una cabeza, solamente), la tacañería en los decorados, o la escasa movilidad de la cámara (ni siquiera sube su nota por méritos técnicos). Las escenas de acción, los efectos especiales, están más que vistos, revistos, por lo que el final tiene tan poca emoción como el principio, o sea, ninguna. En cuanto a los actores podemos disfrutar del siempre elegante, del gentleman Michael Caine (que como no podía ser de otro modo interpreta al mayordomo), de Morgan Freeman, brevemente, de Liam Neeson, de la guapa Katie Holmes, y de Tom Wilkinson, interpretando a un capo de la mafia, de tan poco estilo, que más bien parece un delincuente común y no el hombre que tiene a su servicio a toda la Policía y toda la Justicia de la ciudad. Finalmente, hay que destacar uno de los peores trabajos interpretativos que nos ha dado Hollywood este último año, el de Christian Bale, que cuando no es brutalmente inexpresivo, nos ofrece un repertorio de muecas que hacen innecesario cualquier otro comentario. Por otro lado, no hay que dejar sin señalar algunos detalles cuanto menos curiosos: por ejemplo, el momento en que, en la vista judicial, el protagonista del film sale de la sala convertido por un instante en Batman; o cuando se producen las transformaciones de las caras, donde se hace participar al espectador de la percepción confusa y de la sorpresa del personaje. Por fin, hay que mencionar una cuestión que suscita este film: ya que los detalles sobre el nacimiento del superheroe casi se obvian en la historia (el coche, el traje, las dependencias secretas, todo le viene dado), y si se tiene en cuenta lo dicho antes sobre sus motivos, ¿cual es la razón para realizar este film, y no una simple continuación?. La respuesta es otra pregunta que la respone en parte. ¿Simple marketing?. (Por: Hamm)
Sábado, 13 de agosto del 2005 - Crítica de La Guerra de los Mundos.
a cuestión: ¿como rodaría un realizador europeo una gran producción de ciencia ficción, un blockbuster con altas dosis de acción pero con consecuencias (y con consecuencia)? Si alguien se hiciese alguna vez esta pregunta la respuesta sería fácil: algo parecido a "La Guerra de los Mundos" ("War of the Worlds", 2005), la segunda colaboración en pocos años entre Steven Spielberg y Tom Cruise, esta vez para una libre adaptación de la obra homónima de H. G. Wells. Lo cierto es que los cambios respecto de la novela son totales: comienza sustituyendo la Inglaterra original por un lugar indeterminado en los Estados Unidos, y al solitario personaje protagonista por un padre y sus dos hijos, en lo que se puede considerar el producto de una estrategia comercial (público familiar y juvenil) pero que se revela poco a poco como una elección coherente, si bien su significado tampoco se encuentra en la obra original. Insisto, lo que podría suponer un planteamiento convencional, con un padre divorciado, un hombre despreocupado que presta escasa atención a sus hijos, se convierte en la narración de un viaje iniciatico del personaje de Tom Cruise (una odisea homérica: esta vez Ítaca es Boston), que debe reconocer su condición de hombre, su mortalidad, y como consecuencia también su condición de padre. En esta dirección apunta la escena del reencuentro familiar, en los últimos minutos del film, durante los que en un instante la situación se torna totalmente tranquila, devolviendo al espectador al principio del film: todo termina como ha empezado, excepto para Cruise. En otro orden de cosas, se puede adivinar cierta voluntad de recapitulación en Spielberg, de poner quizás un punto y aparte en su carrera, por la cantidad de referencias que existen en el film a sus trabajos anteriores, por ejemplo, la intención parece clara en las semejanzas entre la niña protagonista y la de E.T. Con esto no se quiere decir que este film no represente ninguna novedad, al contrario, nunca se había mostrado Spielberg menos ortodoxo, ni nunca había dado tanta libertad a la cámara, los encuadres son mas complejos y atrevidos, los planos secuencia más largos... Otro elemento poco común en Spielberg es la atención a los símbolos (y a la polisemia), fundamentales aquí: el arbol (la vida del ser humano, que se sucede en generaciones) que emerge del subsuelo (la muerte), el interior de las máquinas extraterrestres (en el que todo sugiere un útero) de donde es absorvido y expulsado Cruise (no hay que olvidar que su exmujer está embarazada), el agujero abierto sobre el cristal... Finalmente, y también fundamental, es la presencia del silencio (tanto visual como sonoro, se entiende) al que los directores norteamericanos no parecen acostumbrarse: en "La Guerra de los Mundos", una obra profundamente visual, importa tanto lo que se dice como lo que se sugiere implícitamente. Por ejemplo, la mención a la insignia de la niña, que pasa desapercibida al principio del film, o el momento en el que el espectador no llega a ver lo que hace Cruise al personaje interpretado, intesa pero brevemente, por Tim Robbins, mientras la niña tiene tapados los ojos (otro símbolo). Bien es cierto que todo lo comentado se concentra en breves intervalos a lo largo del metraje, Spielberg no deja de ser un director de films-espectáculo, y si los personajes, menos convencionales, mucho más centrales, y con más profundidad psicológica de lo habitual, no llegan a calar en la sensibilidad del espectador es por la importancia que se da a las escenas de acción, o más bien diríamos que de suspense, muchas de ellas simple emulación de otros títulos, sobre todo de Jurassic Park, pero con enemigos diferentes. Algunas escenas dramáticas son, por otro lado, simplemente antológicas, como el momento en el que el hijo de Cruise se dispone a unirse a los Marines, mientras que a su hija se la quiere llevar un matrimonio, que la cree abandonada: resulta extraordinario el modo en que Spielberg logra concentrar todo lo que significa la guerra en unos pocos segundos, en una ristra de imágenes. En otras introduce, también como novedad, pequeños homenajes a la serie b, o a los zombies de Romero, como en la escena en la que un grupo de huidos se abalanzan desesperados sobre el coche de Cruise. Finalmente, sorprende gratamente el modo impresionante con el que explosiona, en un instante, una guerra de dimensiones catastróficas en un paisaje tan tranquilo, en pleno Estados Unidos. Nada más que decir pues sobre esta obra cuya orientación comercial no debe impedirnos reconocer algunos de sus aspectos más extraordiarios, como su calidad en general. (Por: Hamm)