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Lunes, 9 de Agosto de 2005 - Crítica de Yo, robot.

Cine DVD films película Crítica de Yo, robot de Alex Proyas con Will Smith sci-fi ciencia ficción

lgunas cosas que para empezar hay que distinguir: "Yo, Robot" ("I, Robot", 2004), de Alex Proyas (y basada en la obra de Isaac Asimov del mismo nombre), al igual que muchos otros films actuales que se dicen de ciencia ficción no son tal, sino películas de acción con elementos, sobre todo estéticos, procedentes de aquel género. Una película que pretenda ser futurista no solo debe implicar que los acontecimientos que se narran se trasladan a un momento cronológico posterior, sino que debe formularse un universo coherente de personajes, comportamientos, lugares, que partan de reflexiones de su autor sobre el devenir histórico a partir del estado presente de las cosas. Precisamente porque exploramos lo desconocido, en un film de ciencia ficción que merezca tal denominación, no se debe pretender explicarlo todo, sino dejar margen a la imaginación del espectador (es una cuestión de respeto) y sobre todo, dar lugar al misterio, tan propio de este género como lo puede ser de otros, como del terror. Estos pensamientos, que proceden del sentido común, y que podemos compartir todos, resumen algunas claves que el realizador de Yo Robot debería haber asumido y no lo ha hecho. Hay que aceptar, sin embargo, que la propuesta no prometía mucho más desde un principio: el hecho de tener que recurrir a grandes clásicos de la literatura fantástica (que por otro lado, siempre mejoran en el papel, con notabilísimas excepciones), sin ser por si mismo rechazable, evidencia más que otra cosa la falta de imaginación y de referencias en la que se haya inmersa la industria (del ocio) hollywodiense. Basta con que el lector mezcle en su imaginación lo poco o mucho que haya podido quedar en su memoria de Matrix, y superponga un Terminator revolucionado, sobre el trasfondo de una superficial adaptación, y que finalmente añada los clichés clásicos del cine americano contemporáneo, para que se haga una idea completa de lo que Yo Robot puede ofrecer. Veamos, pasemos a analizar punto por punto. En la ciencia ficción los decorados tienen una importancia vital porque describen un mundo concebido desde cero por su realizador; la sobriedad en este aspecto es la constante en las obras maestras del género, y la intención es la de incitar sensaciones de incertidumbre, peligro, ajenidad, trascendencia incluso, misterio en suma (otra vez con notables excepciones que no vale la pena mencionar por evidentes). Bien es verdad que se trata de una cuestión difícil, porque significa una apuesta arriesgada y definitiva, pero la solución para Proyas no podía ser mas burda: eludir la responsabilidad y ocultar los escenarios bajo un torbellino de efectos especiales y multitud de objetos genéricos de tramoyista, por supuesto nada hay en este film que se pueda asimilar a un "ambiente", ni mucho menos a una "atmósfera" (¿Se podría salvar al menos el diseño de los androides?). En los personajes tampoco hay nada de genuino: la sustancia que deja traslucir el personaje interpretado por Will Smith, que con toda seguridad sí que existía en la obra de Asimov (un ser medio hombre medio máquina, hundido en penosas contradicciones, interpreto, porque no he llegado a leer el libro), se transforma en un hombre corriente, "dominado por la ira" sin duda, que podría proceder perfectamente del Bronx neoyorquino, al que hay que añadir la madre de este, una adorable abuelita negra... Y respecto a la protagonista femenina, tampoco creo que le preocupen demasiado al espectador de ciencia ficción sus problemas emocionales, seguramente fruto de una fallida relación anterior, que hacen que se apoye en los fríos pero fieles androides. Los chistes fuera de lugar del primero, y los comentarios aclaratorios de la situación, en su jerga profesional, de la segunda, dominan los diálogos, y también pueden ayudar al lector de esta crítica a hacerse una idea de lo que tenemos en nuestras manos (o ante nuestros ojos). Todo esto es lo que he tenido, no sin cierto esfuerzo, la posibilidad de detectar entre el maremagnum de efectos especiales que se suceden, al igual que las situaciones creadas al efecto para ellos, con la rapidez de un tornado y con lógica escasa. Cristales rotos por el impacto de una bala, caídas al vacío, veloces persecuciones y ataques, todos efectos de pobre inventiva y que se repiten convenientemente, algunos para más inri, traspasados plano a plano de otras películas de más éxito y talento. Sin embargo, sí nos deja el realizador, algunos instantes de verdadera pericia técnica, resultando sorprendente el trasiego de vértigo que le puede dar a una cámara, colocada en los lugares más insospechados. Sobre el argumento, resulta innecesario decir nada, salvo quizás destacar la inspiración bíblica, presente en el film, que da lugar a algún curioso resultado, una inspiración esta, que para los realizadores estadounidenses no se debe de agotar nunca y para ningún caso (bastante preocupante). Otra vez nada más, salvo apuntar que una historia que uno prevé sobre la liberación de los androides, termina, excepto en un inciso final, convirtiéndose en un relato sobre la liberación de los seres humanos. En fin, una película que se expone a una crítica muy fácil. Que por lo menos sirva de advertencia a futuros aficionados a este género del que tan pocos y tan decepcionantes títulos podemos disfrutar. (Por: Hamm)

Foro de Yo, robot




Domingo, 8 de Agosto de 2005 - Crítica de El secreto de Vera Drake.

Cine DVD films película Crítica de El secreto de Vera Drake de Mike Leigh con Todo o nada Secretos y mentiras drama realismo realista aborto religión juicio Imelda Staunton

n "El Secreto de Vera Drake" (Vera Drake, 2004), el realizador inglés Mike Leigh, siempre sobrio a la vez que excepcionalmente personal, nos propone un drama de contornos clásicos en el que se examina la cuestión del aborto a través de la experiencia de una mujer al borde de la vejez, una moderna heroína, un ser abnegado que trata de ofrecer su ayuda a jóvenes en su, digamos, extrema necesidad, sin obtener de ello ningún beneficio, todo lo cual lo mantiene en secreto a su familia. Mike Leigh realiza un film proverbial, un drama que se aleja del cine social al uso, para contarnos una historia de personajes con una profunda entidad, y que sin embargo encuentra su mayor escollo en la indecisión que se observa en el desarrollo de la trama y en la credibilidad de su personaje protagonista, ambos problemas quizá causados por las limitaciones que el propio realizador se impone en su búsqueda de la autenticidad de la obra en sí misma, o quizá por las mismas limitaciones que un punto de vista laico encuentra a la hora de posicionarse al respecto de un tema monopolizado en sus explicaciones por las diferentes versiones del dogma religioso, todo lo cual va en detrimento de la elaboración de un discurso coherente que pudiera guiar la narración. Lo cierto en todo caso es que la película se pierde en ligeras y dispersas reflexiones sin entrar en ningún momento en valoraciones morales, lo que no sería un problema de no querer convencernos también de un personaje, el de Vera, que con su centralidad en el film, tampoco parece tener claro por qué defiende sus actividades, y parece ajena a toda la imaginería social creada en torno al tema en cuestión, a pesar de llevar décadas realizando abortos, de modo que, como ocurre en otros films del director, su existencia empieza y termina en la narración. Vera demuestra una bondad y generosidad extremas, pero el realismo sobre el que se asienta el film, unido a la delicadeza, aún cuando es arrestada y tiene que revelar su secreto a su familia, con que es tratada en todo momento, no crean en el espectador la indignación necesaria para solidarizarse con ella, manifestándose todo como un proceso natural ante el cual el observador tiene poco que opinar. Por otro lado, es cierto también que de igual modo este film noa presenta una historia que trata sobre la familia y la posición de la mujer en una sociedad en transición, y Vera es una mujer dividida entre dos lealtades que acaban entrando en contradicción: la de servir y amar a la familia, y la de servir de ayuda fuera de ella. Sobre el aborto, entonces, queda poco que decir, salvo mostrar en un pequeño apunte social como los ricos hacen uso de sus recursos para evitar los mandatos morales que sí se imponen a los pobres; y también para examinar solapadamente el miedo y la ignorancia, la superstición (que no religión) con que la sociedad se enfrenta a este problema. La sencillez de los presupuestos que toma la obra y el naturalismo con la que está narrada (simplemente, las cosas son así), permiten al menos a su realizador recrearse en el detalle, y demostrarnos sin recato alguno todo su talento en lo que a dirección de actores y escenografía se refiere. Por ejemplo, el instrumental con el que se realizan los abortos tiene una presencia latente a lo largo del metraje: es, en primer lugar, el elemento que simboliza la traición que reserva Vera a su familia; y representa también, después, sobre todo mediante el contradictorio rayador de queso, el modo complejo con que la sociedad se enfrenta a la cuestión. Aunque en muchos casos (por ejemplo, cuando Vera confiesa entre susurros la verdad a su marido) la intención del realizador es patente, hay otros momentos menos destacados pero con una espectacular fuerza dramática y expresiva. Baste con mencionar la escena en la que Reg (Eddie Marsan) con la mirada furibunda de un ladrón, pide la mano de su hija Ethel (Alex Kelly) al padre de esta. Por otro lado, Imelda Staunton realiza una riquísima interpretación, pero su calidad se desperdicia en algunos momentos debido a los problemas comentados de su personaje, especialmente cuando se expone a largas escenas dramáticas que piden a gritos algún aderezo. La economía de recursos narrativos, la sencillez con que son presentados, con un par de pinceladas, algunos de sus extraños pero familiares personajes, y la fluidez con que suceden los acontecimientos, con un control de tiempos extraordinario fruto de la poderosa escenografía, especialmente en el movimiento y en los cambios de actitud de los personajes (y no del trabajo en la mesa de montaje) son algunas de las virtudes que convierten a esta historia sobre la vida familiar en la Inglaterra de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en, casi, una obra maestra del cine contemporáneo europeo. (Por: Hamm)

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Domingo, 31 de Julio de 2005 - Crítica de Relato criminal.

Cine DVD films película Crítica de Relato criminal de Joseph H. Lewis con Cine negro mafia tesoro

n "Relato Criminal" ("The Undercover Man"), película dirigida en 1949 por Joseph H. Lewis, se nos narra, alejándose de cualquier intento de reconstrucción histórica, el procesamiento de los grandes jefes de la mafia italoamericana por los agentes del Tesoro. El interés se encuentra, tal como se declara en su preámbulo, en rendir un homenaje a aquellos hombres y mujeres, sean funcionarios de policía, soplones, o sus familiares, que arriesgaron sus vidas, bajo siniestras amenazas, para hacer progresar las investigaciones. El revés de la moneda se encuentra en unos individuos codiciosos, que únicamente se exponen de saber que van a obtener de ello un beneficio; en aquellos otros seres cínicos que se saben seguros de su posición de dominio, capaces de eliminar o convertir en subordinados a aquellos que osen desafiarles en sus intereses; o también, en una sociedad coaccionada, incapaz de reaccionar ante aquellos que corrompen la libertad. La opción que toma el jefe de los investigadores federales, interpretado por Glenn Ford, en una fascinante escena, de retirarse y recogerse en una granja antes de ver dañada a su esposa, para después concienciarse de la trascendencia de su cometido, ejemplifica en el film esta disyuntiva. Es un drama, pues, de tintes shakesperianos, en donde los comportamientos de cada personaje revelan cuestiones universales, pero también es una obra que entronca con las preocupación alrededor del retrato social común a los realizadores del momento en los Estados Unidos. Esta preocupación se detecta al instante en la generosidad de las ambientaciones: la viveza de las calles en donde se desarrolla la acción es rara en el cine clásico americano. Hay un interés por conocer como es la miseria en la que anida el sindicato del crimen, en adentrarse en la cotidianidad de los barrios bajos de Chicago. Uno de los rasgos más singulares del film es la introducción, como personajes secundarios pero determinantes, de los miembros de una familia de origen italiano: en las escenas en las que intervienen, pero también en el resto del metraje, se observa ciertamente un acercamiento al cine neorrealista de aquel país. Hay, en general, una reconocible calidad y riqueza en los diálogos, que definen con precisión a los personajes, y de los que importa tanto su relación con el mundo del hampa como sus relaciones personales y familiares y, sobre todo, como unas interfieren a otras. Mientras tanto, la acción se subordina a los afanes de realismo del proceso de investigación, sin inesperados sobresaltos o complejidades, por lo que tal vez, por la mismas razones, es excesivamente esquemático y reiterativo. La escasa afectación con la que se introducen los prolijos momentos violentos contrasta con algún exceso, sobre todo en ciertos subrayados. La discreta interpretación de Nina Foch se ensombrece aún más ante la presencia de Glenn Ford, soberbio en cuanto se le da la oportunidad, mientras que hay que destacar el acierto en la elección de los actores secundarios. Siempre con la ayuda de los mencionados diálogos y de la brillante escenografía, todos ellos alcanzan una gran humanidad y realismo. Por otro lado, hay algunas escenas que están llenas de intención, como aquella en la que el protagonista se entrevista con un soplón tras las butacas de un cine. Es, en fin, una película recomendable por inclasificable, al ir más allá de cualquier género, incluso del cine negro, correcta en algunos aspectos y excelente en otros, pero escasamente creativa en lo que concierne al arte cinematográfico. (Por: Hamm)

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